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miércoles, 14 de junio de 2017

Corazas - Relato breve



Es sabido que la gente lleva corazas a sus espaldas. Algunos hablan de mochilas de la vida, pero se trata de lo mismo.

Las corazas duelen, eso no se puede negar. Las hay de distintos tamaños y colores pero, sin duda, lo que tienen en común es que todas son pesadas. No siguen las leyes de la física. En algunos casos, su peso aumenta con el paso de los días y los años. En otros no.

Varían según la edad y la profesión del que la porta. Las de los ancianos y los niños son tan livianas como las plumas de un ángel.

Las mochilas /corazas de mujer son especiales. Suelen guardar de todo y ellas las cargan como si no pesaran nada, con hidalguía y elegancia. Puedes encontrar curitas  para algún alma herida y frases amorosas, que sirven más que cualquier ungüento milagroso. En un bolsillo oculto, seguro están los recuerdos de un viejo amor, pero jamás nadie podrá encontrarlos. Sin duda, estas mochilas/coraza tienen un valor extraordinario. 

Se dice que las más raras son las mochilas de escritora, ya que funcionan de manera impredescible. En el fondo tienen una especie de espiral que se devora todo, como un agujero negro. Todo lo que se guarda ahi, desaparece. Aunque, se cree que la culpa la tienen las palabras. Esas que se les escapan por los dedos y se precipitan al papel en vuelo mortal. No se conoce bien el mecanismo, pero no deja de tener su magia, ya que el dolor desaparece. 

Es, en ese preciso instante, en el cual la mochila pierde su peso y deja de doler. Al menos por un tiempo.

Adriana M. Alfonso



Foto: Mochilera en montaña

Agobio - Relato corto



 Hace frío. Los pies helados me duelen, es hora de abrigarse. A esta altura de la noche las temperaturas descienden, caprichosamente, aunque todavía no haya llegado el invierno.
Estoy inquieta. Siento algo pesado en la espalda y no es el frío. Pesado, pesar, algo que pesa. La tristeza o la humedad. Espero no sea nada grave, el comienzo de un resfrío, tal vez.  Debo vigilar el agobio. Dicen que puede transformarse en una bestia indomable si no se descubre a tiempo.

Como Gregorio Samsa. El desdichado no se dio cuenta que un bagaje de penurias contenidas lo llevarían a terrible destino. Ni siquiera sospechó y un día, al despertar, se descubrió con ese inmenso caparazón que lo separó del mundo. ¿Cómo alguien podría convertirse en un inmenso cascarudo? Suena inverosímil.

Mejor me daré un baño bien caliente.
¡Oh!-  ¿Qué son estas espuelas marrones que asoman entre mis omoplatos? Juro que ayer no las tenía. ¿De dónde ha salido tan tupida vellosidad en mi espalda?
Tendré que ir a ver a un doctor la semana que viene…

Adriana Mabel Alfonso

Foto: Mecuro-B.-Cotto-mujer-espejo