Cuando ella viera su dibujo sobre la
Venus de Milo, pensó que se enamoraría de él a primera vista. Dos horas en el
tren y ni habían cruzado palabra. El retocaba la ilustración con su grafito,
mientras ella parecía perdida en el paisaje. La imaginó tímida bajo esos
anteojos negros y se aseguró que el dibujo se viera bien de costado. Su arte
era su arma de seducción, lo sabía. Poco
antes que sonara el silbato del tren ella abrió la cartera para sacar algo.
Desplegó con parsimonia su bastón blanco y lentamente se incorporó. Mirando a
la nada le dijo - ¿Podría guiarme para bajar en la estación?
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